Bueno, seguiré describiendo mi vida. Como ya he dicho antes, yo vivo en Londán. Me gusta este pueblo porque conozco a toda la gente que vive en él.
Hoy es el día de San Valentín y en el colegio estamos todos impacientes por leer cartas de nuestros amigos. Yo solo recibí de eso, de mis amigos. Pero no me quejo, podría ser peor.
Al volver a mi casa me encontré con un perrito. Era de estos arrugados que parece que la piel se le puede quitar. Lo cogí pero luego me di cuenta de que si me veían mis padres con el me castigarían hasta que fuera mayor de edad, con lo cual lo dejé donde me lo encontrara y le dí mi bocadillo del colegio, pues yo no tenía hambre. Se lo zampó de una vez y me sorprendió pero tenía que continuar mi camino. Ese lindo perrito me seguía. No sabía que hacer, si esconderme o si ir corriendo para que no me alcanzara. Pero no tuve corazón para dejarlo solo y me lo llevé. Al llegar a mi casa, y al ver que mi padre y mi madre no estaban, lo metí en la bodega con unas mantitas, unos periódicos por todo el suelo y algo de comer. Lo dejé ahí hasta que tuviera la oportunidad de llevarlo a otra parte.
Llegaron mis padres sobre las cuatro menos cuarto y nos dispusimos a comer. En cuanto llegamos al postre, les intenté convencer de si podríamos tener una mascota, por ejemplo un perro, pero esto es lo que me contestaron:
_ Niña, no me seas insolente. Un perro en mi casa no entra ni en bromas, vamos hombre, nos ensuciaría las paredes y nos pondría todo el suelo perdido no su pis, por no mencionar su olor_ dijo mi padre.
_ Estoy de acuerdo con tu padre, en casa no entra ningún perro. No necesitamos que nadie ensucie más. Ya nos llega con lo que hay que limpiar.
Yo no estaba de acuerdo con esto con lo que me fui a mi cuarto a pensar. Unos momentos más tarde entró Andrés y dijo que él si que querría un perro y lo llamaría Leo. Me pareció un nombre bonito. Es una de las pocas veces que mi hermano y yo estamos de acuerdo en algo.
Bajé a la bodega y fui a junto Leo para ver cómo estaba. Era la hora de la siesta así que nadie se enteraría de que estaba abajo. Lo cogí en brazos y me fui a dar una vuelta con él. Le pedía a Daniel si lo podría tener por un tiempo. A sus padres no le importa tener otra mascota; después de todo tiene un montón de periquitos, tres perros, dos gatos, gallinas y seis peces. Que más le daría tener a Leo mientras consigo convencer a mis padres. Pues aceptó la propuesta y nos despedimos.
Daniel es un buen chico. Es alto, delgado y buen estudiante. Pero un poco tímido. No es capaz casi de hablar con la gente, por eso tiene muchos animales. Solo se suelta cuando estamos los amigos reunidos.
lunes, 16 de febrero de 2009
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